RESUMEN
  
    
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      Ha pasado más de medio siglo desde que la insulina estuvo disponible para el   tratamiento de la diabetes mellitus, y aún esta enfermedad sigue siendo un   problema serio para la salud. Una significativa morbidez y mortalidad temprana   le ocurrirá a la mayoría de los 5 a 10 millones de personas con diabetes en los   Estados Unidos. La diabetes está considerada como la sexta causa de muerte en   este país, lo que casi con certeza es una subestimación, ya que muchas muertes   relacionadas con el sistema cardiovascular en estos pacientes son categorizadas,   no como muertes debido a la diabetes, sino con otras carátulas (por ej.,   insuficiencia cardíaca congestiva o ataque). A pesar de que la diabetes de tipo   I (o de comienzo juvenil) representa la minoría de estos casos, este capítulo se   refiere exclusivamente a este grupo ya que abarca, virtualmente, a todas las   personas jóvenes con diabetes. | 
    
  
   
  Palabras Clave: insulina, entrenamiento, salud, diabetes,   tipo I.
  DIABETES DE TIPO I
  La diabetes de tipo I está caracterizada por una inadecuada secreción   pancreática de insulina, y por la consiguiente necesidad de reemplazo diario de   esta hormona a través de inyecciones subcutáneas. En la ausencia de insulina   exógena, el transporte de glucosa a las células se ve perjudicado, provocando   una progresiva hiperglicemia y cetoacidosis. Los individuos con diabetes del   tipo II (o de comienzo adulto) son, por lo general, personas mayores a 45 años y   normalmente sufren una resistencia a la insulina, más que de una insuficiencia   cuantitativa. Normalmente, las medicaciones por vía oral y la pérdida de peso   son capaces de controlar la hiperglicemia en la diabetes de tipo II, sin   necesidad de aplicación de insulina.
  El objetivo principal en el tratamiento diario del paciente con diabetes de   tipo I es mantener un estado de euglicemia - previniendo la hiper e hipoglicemia   - balanceando las influencias de la dieta, el ejercicio, y la insulina sobre los   niveles de glucosa sanguínea. Sin embargo, en última instancia, la morbidez y la   mortalidad de esta enfermedad se relacionan con complicaciones vasculares y   neurológicas que, normalmente, se manifiestan en forma clínica en la edad adulta   joven, y que incluyen (Figura 1):
  
    - Un engrosamiento generalizado de las membranas basales de los capilares   (microangiopatía) que afecta a diversos órganos, con mayor preeminencia el ojo   (retinopatía diabética) y los ríñones (nefropatia diabética).   
    
 - Una acelerada enfermedad vascular aterosclerótica (macroangiopatía), que se   presenta como enfermedad precoz de las arterias coronarias y ataque cardíaco.   
    
 - Una neuropatía periférica que afecta la función sensorial, motora, y   autónoma. 
 
  
  
      Figura 1. Historia natural de complicaciones orgánicas   finales de la diabetes mellitus. Nota. Extraído de: “Juvenile Diabetes and the   Heart”, de R.S. Cooper, 1984, Pediatrics Clinics of North America, 31, p.654,   Copyright 1984 de W.B. Saunders Co. Reimpreso con permiso.
  No es clara la relación entre la deficiencia de insulina y estas   complicaciones crónicas de la diabetes. Más específicamente, no se sabe si un   estrecho control de los niveles de azúcar en la sangre influyen en forma   favorable en el curso natural de las manifestaciones neurovasculares de la   diabetes (Grupo de Investigación DCCT, 1988). Aún así, el hecho de evitar las   fluctuaciones en las concentraciones de glucosa fuera del rango normal, se   considera un objetivo importante para la mayoría de los médicos que atienden a   estos pacientes.
  La observación hecha por McMillan (1979) de que la actividad física ha sido   aconsejada para el tratamiento de la diabetes mellitus desde “tiempos remotos”,   probablemente no sea una exageración. Los historiadores han marcado las   relaciones entre ejercicio y diabetes ya desde el año 600 A.C, cuando el médico   hindú Sushruta prescribió la actividad física para pacientes con esta   enfermedad. Entre sus sucesores, que también estaban convencidos de los   beneficios del ejercicio regular sobre la diabetes, se encontraban el Romano   Celso y el prominente doctor chino Chao Yuan-Fang, quien practicó durante la   dinastía Sui en el 600 DC. Lo que estos médicos observaron fue una mejor   sensación de bienestar en los pacientes con diabetes, y la subsiguiente   demostración de que la actividad física podría disminuir los niveles de glucosa   sanguínea en esta enfermedad, sugirieron una razón más para incluir al ejercicio   en su tratamiento. Cuando Lawrence (1926) observó que la actividad física   mejoraba el efecto hipoglucémico de la insulina administrada, el ejercicio   regular se convirtió en un elemento clave para la tríada en el tratamiento de la   diabetes: insulina, ejercicio, y dieta (Joslin, 1959).
  El entusiasmo por el ejercicio estaba basado en la premisa de que los efectos   de disminución de la glucosa por la actividad física mejorarían el control   metabólico, beneficiando la calidad de vida de los pacientes con diabetes. Una   evaluación científica de la relación entre ejercicio y diabetes, realizada en   las últimas dos décadas, ha sustentado sólo una parte de tales esperanzas, pero   en el análisis general, el ejercicio regular continúa jugando un papel   importante para la salud de estos niños y adolescentes. 
  Además de cualquier efecto específico del ejercicio sobre la diabetes, los   niños con esta enfermedad merecen disfrutar, igual que los jóvenes no   diabéticos, de los mismos beneficios sociales y de salud de la actividad física   regular. Aún así, el temor por los cambios metabólicos durante el ejercicio que   podrían precipitar una hipo o hiperglucemia hace que muchos niños con diabetes   eviten las actividades físicas. Los médicos tienen la oportunidad de contribuir   al bienestar de estos pacientes ayudándolos a adaptar su tratamiento, de manera   tal de permitir una participación sin riesgos en los eventos deportivos.
  EFECTOS METABOLICOS AGUDOS DEL EJERCICIO
  El niño con diabetes encuentra una dificultad particular para regular la   glucosa sanguínea durante el ejercicio, mejor entendida en relación a las   respuestas metabólicas normales a la actividad física en los individuos no   diabéticos (Kemmer & Berger, 1983; Larsson, 1984; Vranic & Berger,   1979). Durante series agudas de ejercicio, las demandas energéticas por la mayor   contracción muscular son cubiertas a través de un mayor aporte de oxígeno   (aumento en la ventilación y volumen minuto cardíaco), y mayor fuente de   combustibles (glucosa, ácidos grasos). Cuando comienza el ejercicio, la glucosa   derivada del glucógeno almacenado dentro de las células musculares sirve como   principal fuente de energía. Con el aumento en la intensidad del ejercicio, esta   fuente se vacía, y los músculos buscan la glucosa sanguínea y los ácidos grasos   circulantes.
  Con altas cargas de esfuerzo, los requerimientos energéticos alcanzan de 10 a   20 veces las necesidades de reposo, y esta elevada tasa de consumo de glucosa en   sangre rápidamente provocaría una hipoglucemia; si no fuera por la constante   reposición de glucosa por parte hígado. Esto es crítico, ya que el mantenimiento   de niveles normales de glucosa sanguínea es esencial durante el ejercicio, tanto   para una normal función cerebral como en mantener el nivel de sustratos   energéticos musculares. El hígado sirve como donante de la glucosa necesaria   durante ejercicios prolongados, siendo su nivel de producción bastante similar   al de su utilización a través de la ruptura del glucógeno hepático   (glucogenólisis) y la formación de glucosa por conversión a partir de las   proteínas (gluconeogénesis). Una falla en la producción de glucosa hepática   durante el ejercicio, provocaría hipoglucermia y agotamiento.
  Esta secuencia de acontecimientos está mediada una compleja interrelación   hormonal que involucra disminución de la insulina plasmática y un aumento las   hormonas contraregulatorias (catecolaminas, cortisol, y glucagón). La caída en   los niveles de insulina con el ejercicio agudo, aumenta la liberación de ácidos   grasos de los depósitos periféricos, y estimula la glucogenólisis hepática y   gluconeogénesis. A pesar de estos bajos niveles de insulina, es evidente un alto   consumo de glucosa por músculo, fenómeno que quizás se explica por la mayor   sensibilidad de las células musculares a la insulina durante el ejercicio.
  Estos eventos metabólicos no son tan bien orquestados por el paciente   diabético. En estos individuos, los niveles de insulina no están determinados   por las respuestas fisiológicas al ejercicio, sino por el momento y la cantidad   de dosis diaria inyectada. En consecuencia, los sujetos diabéticos en ejercicio   no experimentan niveles estables de glucosa sanguínea; sus niveles varían de   acuerdo a la concentración de insulina plasmática, duración e intensidad del   ejercicio, lugar de inyección, dieta, y otros factores.
  Control Metabólico Óptimo
  La persona diabética que realiza ejercicios en un estado de buen control   metabólico (niveles adecuados insulina y concentración normal de glucosa   sanguínea), normalmente, muestra una disminución gradual en glucosa plasmática   con el ejercicio prolongado, la que puede producir eventualmente producir una   hipoglucemia sintomática. En esta situación, el consumo de glucosa por el   músculo aumenta en forma adecuada, pero los niveles de azúcar en sangre   disminuyen, ya que la ausencia de una disminución de la insulina plasmática   inducida por ejercicio inhibe la producción de glucosa hepática (glucogenólisis,   gluconeogénesis), así como movilización de los ácidos grasos desde las reservas   lípidos. Es decir, la maquinaria de ejercicio funciona normalmente, pero la   línea de aporte de energía esta cortada.
  Varios factores determinan el grado de la disminución de la glucosa sanguínea   y el riesgo de hipoglucemia. La caída del azúcar en sangre se precipita más si   el ejercicio se realiza en el momento de la acción pico de la insulina   inyectada. Esto ocurre de 2 a 4 horas luego de la inyección de insulina regular,   y el ejercicio intenso es más probable que produzca una hipoglucemia en ese   momento. Como se muestra en la Figura 2, existen datos que indican que la tasa   de absorción de insulina es magnificada, y que la tasa de disminución de glucosa   sanguínea es mayor, si la inyección se realiza en el miembro en ejercicio   (Koivisto & Felig, 1978). Por ejemplo, se podría recomendar que los   corredores se inyecten la insulina en el abdomen antes del ejercicio, y no en el   muslo. Cuanto mas tardío sea el ejercicio luego de la inyección, es menos   probable que este efecto ocurra. El niño diabético también necesita saber que   una glucemia disminuida es exagerada por el ejercicio de mayor duración y gran   severidad (Hagan, Marks, & Warren, 1979).
  En condiciones de insulina adecuada, el nivel de caída del azúcar en sangre   también depende del nivel inicial de glucosa. Mayores concentraciones   predisponen a una mayor disminución de la glucosa con la actividad física,   efecto que puede ser visto como beneficioso para el control diabético (Persson   & Thoren, 1980). Sin embargo, el ejercicio prolongado aún puede llevar a una   hipoglucemia, con fatiga excesiva, mareos, desorientación, síncope, y   convulsiones. Además, en algunos pacientes se pueden producir bajos niveles de   glucosa sanguínea hasta 15 horas luego de terminado el ejercicio, efecto del   continuo consumo de glucosa por las células musculares que han hecho ejercicio,   a medida que reponen sus reservas intracelulares de glucosa (MacDonald, 1987).   Cada paciente diabético necesita conocer su propia respuesta personal al   ejercicio a través del monitoreo de la glucosa sanguínea, ya que el riesgo de   hipoglucemia con el ejercicio puede variar notablemente de una persona a otra.   Basados en esta información, se pueden formular estrategias para aumentar la   ingesta de carbohidratos y ajustar las dosis de insulina, de manera de permitir   una participación total en las actividades deportivas. Estas tácticas se   discutirán más adelante en este artículo.
  Control Metabólico Pobre
  Cuando el niño diabético realiza ejercicios bajo condiciones de pobre control   metabólico, con deficiencia de insulina e hiperglicemia, las respuestas   metabólicas al ejercicio y los riesgos son completamente diferentes (Horton,   1988) (Tabla 1). Los bajos niveles de insulina permiten una mayor ruptura de   glucógeno hepático a glucosa y la movilización de ácidos grasos, pero el consumo   periférico de glucosa por el músculo en ejercicio se ve perjudicado. La   hiperglicemia empeora y sobreviene la cetoacidosis: o sea, el ejercicio aumenta   el pobre control metabólico. Ahora, la línea de aporte está trabajando bien,   pero el sustrato energético no puede entrar a la célula muscular en ejercicio.   En este estado, el ejercicio intenso está contraindicado, y cuando los niveles   de glucosa sanguínea exceden los 250 a 300 mg/dl, el control diabético necesita   ser mejorado con insulina adicional antes de la participación deportiva. Por lo   tanto, el paciente diabético, necesita estar conciente de su control metabólico   antes de realizar una actividad física intensa 
  
      Figura 2. Caída en la glucosa plasmática (áreas sombreadas)   en respuesta al ejercicio con la inyección de insulina en la pierna o en el   brazo ejercitados, y en el abdomen. Nota. En: “Physical Training in Juvenile   Diabetes” por V.A. Koivisto y L. Groop, 1982, Annals of Clinical Research, 14,   p.77. Copyright 1982 de la Sociedad Médica Finlandesa. Reimpreso con   permiso.
  
      Tabla 1. Efecto de la suficiencia de insulina sobre las   respuestas metabólicas al ejercicio. Nota. En: “Diabetes and Exercise”, de E.A.   Ritche, N.B. Ruderman, y S.H. Schneider, 1981, The American Journal of Medicine,   70, p.205. Copyright 1981 de Cahners Publishing Co. Reimpreso con permiso.
  ENTRENAMIENTO DEPORTIVO Y CONTROL DE LA DIABETES
  El descubrimiento de que el ejercicio agudo podía disminuir la glucosa   sanguínea en sujetos diabéticos llevó a la esperanza que la actividad física   regular, o el entrenamiento, podrían ayudar a normalizar la glucemia y reducir   los requerimientos insulínicos sobre una base crónica. Se podría esperar, por   otro lado, que éste hecho redujera las complicaciones de la diabetes, a largo   plazo. En la Tabla 2 se resumen los resultados de los estudios que examinan esta   posibilidad, y los mismos son discutidos en las secciones subsiguientes.
  
      Tabla. 2. Entrenamiento deportivo en la Diabetes Mellitus de   Tipo 1
  Trabajos de Investigación
  Las primeras observaciones de niños que asistían a campamentos para   diabéticos apoyan esta idea (Gabriele & Marble, 1949). Sterky (1970) reportó   que los diabéticos juveniles experimentaban una menor glucosuria en este   ambiente de alta actividad, y Kinsell (1955) describió una reducción del 40 % en   las dosis de insulina en niños diabéticos que iban a los campamentos, lo que él   atribuyó al ejercicio físico. Estos resultados podrían haber estado   interferidos, tanto por el régimen acompañante, tanto del control alimentario   como en la administración de la insulina, pero los primeros trabajos que indican   mejorías en el control metabólico luego del entrenamiento físico apoyan sus   conclusiones.
  Engerbretson (1965) observó una menor secreción urinaria de glucosa, menores   niveles de glucosa sanguínea, y menores dosis de insulina, en 5 diabéticos,   luego de 6 semanas de entrenamiento intervalado. Ludvigsson (1980) suministró un   cuestionario de ejercicios a 143 niños y adolescentes con diabetes, y encontró   una correlación positiva entre la actividad física regular y el control   metabólico (proporción de tests diarios sin glucosuria). Sin embargo, cuando   Larsson, Persson, y Sterky (1964) sometieron a seis niños diabéticos a un   programa de ejercicios de una hora semanal durante 5 meses, no se observaron   cambios en la glucosa urinaria. Lo que faltaba en estos estudios, además de un   número suficiente de sujetos y de un régimen apropiado de ejercicios, era medios   satisfactorios para medir el control metabólico durante un periodo extenso de   tiempo de entrenamiento.
  En 1980, Dahl-Jorgensen, Meen, Hanssen, y Aagenaes utilizaron por primera vez   los niveles de hemoglobina glicosilada (HbA1) para evaluar el efecto del   entrenamiento físico en los niños diabéticos. La hemoglobina glicosilada es   aquella porción de la hemoglobina total que está unida a una molécula de   glucosa, y la concentración de HbA1 en la circulación es un reflejo de los   niveles de glucosa sanguínea durante el período de vida medio de los glóbulos   rojos. Por lo tanto, expresada en porcentajes de hemoglobina total, la HbA1   sirve como un marcador valioso del control glucémico durante las 4 a 6 semanas,   antes de su determinación. En consecuencia, los niveles de HbAl se han   convertido en medios útiles para controlar a los pacientes.
  Dahl-Jorgensen y cols. (1980) estudiaron los efectos de un programa de   ejercicios de 5 meses sobre los niveles de HbAl en 14 niños diabéticos, con   edades entre 9 y 15 años. A pesar de que durante el entrenamiento disminuyeron   los niveles de HbAl, los resultados se vieron debilitados por varios problemas   metodológicos. Al final del programa el VO2 máx. no aumentó,   sugiriendo que la intensidad del ejercicio fue baja. Las muestras de sangre   fueron congeladas, y se determinaron los niveles de HbAl, 5 meses luego de que   finalizara el estudio. En 7 de los 8 sujetos del grupo control, la HbAl también   disminuyó, y no se evaluó en este grupo el nivel de actividad física   regular.
  Campaigne, Gilliam, Spencer, Lampman, y Schork (1984) observaron un efecto   beneficioso del ejercicio regular sobre el control metabólico, en nueve niños   diabéticos de 5 a 11 años de edad. En estos niños, los niveles de HbAl y glucosa   sanguínea en ayuno disminuyeron en forma significativa, luego de un programa de   entrenamiento de 12 semanas. Sin embargo, en un segundo estudio de entrenamiento   con 14 adolescentes con diabetes juvenil, no se observaron mejorías en el grupo   control (Campaigne y cols., 1985). Los niveles medios de HbAl permanecieron sin   cambios en un 12 % (normal 7.1 ± 0.11 %), luego de un programa de 3 meses de   ejercicios aeróbicos, tres veces por semana.
  Resultados similares fueron observados por Rowland, Swadba, Biggs, Burke, y   Reiter(1985) en 14 niños, entre 9 y 14 años (la duración promedio de la diabetes   era 4.2 años). No se vieron cambios significativos en los niveles de HbA1, luego   de un programa de ejercicios aeróbicos, a pesar de los aumentos en el   VO2 máx. El HbA1 antes del entrenamiento era del 9.9 %, indicando un   grupo razonablemente bien controlado de sujetos. Durante el programa no se   observaron cambios significativos en las dosis de insulina (basados en el   monitoreo de la insulina en el hogar).
  Baevre, Sovik, Wisnes, y Heiervang (1985) no encontraron cambios en la HbAl,   luego de 6 meses de ejercicios (dos veces por semana), en un pequeño grupo de   adolescentes (16 años) con diabetes. Stratton, Wilson, Endres, y Goldstein   (1987) evaluaron las respuestas metabólicas de 8 adolescentes   insulino-dependientes, a un programa de ejercicio supervisado. Los valores de   HbAl no disminuyeron, pero se observó una reducción significativa en la albúmina   plasmática glicosilada, considerada por los autores como un índice más sensible   del control glucémico.
  Los resultados de estos tipos de estudios también son diversos en los   adultos. Peterson, Jones, Esterly, Wantz, y Jackson (1980) observaron una   reducción en la HbAl, luego de un entrenamiento aeróbico en 10 sujetos adultos   con diabetes de tipo I (promedio de edad, 25 años). Sin embargo, en este estudio   la mejoría en el control metabólico podría ser resultante de la introducción   concomitante del monitoreo de la glucosa sanguínea en el hogar. Zinman,   Zuniga-Guajardo, y Kelly (1984) no encontraron cambios en la HbA1, luego de 12   semanas de ejercicio en bicicleta, en un grupo de 13 adultos con diabetes   insulino-dependiente. Del mismo modo, Wallberg-Henriksson y cols. (1982) no   observaron cambios en la HbA1, en la excreción urinaria de glucosa en 24 horas,   o en los tests de orina monitoreados en el hogar, en 9 adultos, luego de un   programa de ejercicios de 16 semanas.
  Tanto en individuos diabéticos como no diabéticos, se ha observado una mayor   sensibilidad a la insulina luego del entrenamiento físico. Sin embargo, esta   respuesta no parece alterar los requerimientos de insulina o de otros marcadores   del control metabólico (Baevre y cols., 1985; Wallberg-Henriksson y cols.,   1982).
  Fracaso del Ejercicio en el Control de la Diabetes
  En resumen, a pesar de que muchos datos son conflictivos, hasta el presente   no existe una evidencia convincente de que la actividad física regular mejore el   control diabético, más allá del efecto hipoglucémico observado con el ejercicio   agudo. Como Kemmer y Berger (1983) hicieron notar, 
  “Para utilizar el ejercicio como una herramienta terapéutica para mejorar a   largo plazo el control glucémico de la diabetes (de tipo I), el paciente tendría   que realizar ejercicios todos los días, en un horario regular durante un periodo   definido, a una determinada intensidad con dudosa perspectiva de éxito... El uso   de la actividad física como herramienta para mejorar el control metabólico en la   diabetes de tipo I, parece ser poco práctico”
  Parecería que ningún efecto del ejercicio regular, específicamente   beneficioso para los pacientes diabéticos, debe ser dirigido hacia otras   metas.
  DIABETES, EJERCICIO, Y ATEROSCLEROSIS
  El mayor peligro para los diabéticos es la muerte prematura por enfermedad   vascular aterosclerótica (infarto de miocardio, ataque, etc.). La enfermedad de   las arterias coronarias es la causa subyacente de muerte en, aproximadamente, el   40 % de los individuos con diabetes, con una incidencia del doble, con respecto   a la población no diabética. Es menos probable que los pacientes diabéticos   sobrevivan a un infarto de miocardio, y aquellos que lo logran tienen   pronósticos más reservados qué los no diabéticos (Bennet, 1981).
  No está claro por qué tanto los individuos con diabetes de tipo I, como de   tipo II, tienen esta tendencia para la aterosclerosis. Los factores de riesgo de   la enfermedad de las arterias coronarias podrían compartirse con la diabetes   (particularmente aquellos con diabetes de tipo II); en forma alternativa, los   trastornos metabólicos intrínsecos del estado diabético, en sí, podrían cumplir   un papel importante. Existe suficiente información disponible para aconsejar el   ejercicio como medio para prevenir la enfermedad cardíaca isquémica en los   adultos. Por consiguiente, la actividad física regular debería ser una parte   particularmente importante de la vida diaria de los pacientes diabéticos.
  Niveles de Lípidos en Sangre
  Cuando los niños diabéticos reciben una adecuada terapia de insulina, sus   niveles promedio de lípidos en la sangre generalmente están dentro del rango   normal para su edad (Sterky, Larsson, &, Persson, 1963). Campaigne y cols.   (1985) hicieron un seguimiento de los perfiles lípidicos en 14 adolescentes   diabéticos durante el transcurso de un programa de ejercicios de 12 semanas.   Aparentemente, la disminución significativa en el nivel medio de colesterol LDL   estuvo relacionada con el efecto del entrenamiento, ya que el VO2   máx. aumentó, y otros factores que afectan los lípidos en la sangre (por ej.,   dieta y peso) no fueron contribuyentes. En este estudio, no se observaron   cambios en los triglicéridos, colesterol total, o colesterol HDL. Del mismo   modo, un grupo de diabéticos de más edad (promedio 35 años), estudiado por   Wallberg-Henriksson y cols. (1982), no experimentó cambios en el colesterol HDL   durante un período de entrenamiento de 16 semanas, pero el colesterol plasmático   disminuyó un 14 %.
  Triacilglicéridos
  Los niveles elevados de triacilglicéridos, por lo general, no son   considerados un factor de riesgo importante para la enfermedad de las arterias   coronarias, pero podrían jugar un papel más significativo en el desarrollo de la   aterosclerosis, en los sujetos diabéticos. En un estado de deficiencia de   insulina aumentan los niveles plasmáticos de triacilglicéridos, ya que el   aumento de la lipólisis estimula la secreción hepática de triacilglicéridos. En   un estudio, Larsson, Persson, y Sterky (1964) observaron una significativa   disminución en los triacilglicéridos en seis adolescentes diabéticos, luego de 5   meses de gimnasia, 1 hora por semana. El mismo efecto fue demostrado por   Costill, Cleary, y Fink (1979) en adultos diabéticos insulino-dependientes. Los   niveles de triacilglicéridos y colesterol total disminuyeron 18 % y 10 %,   respectivamente, durante un programa de ejercicios aeróbicos de 10 semanas de   duración.
  Actividad Fibrinolítica
  Las deficiencias de la actividad fibrinolítica en el suero podrían contribuir   a la patogénesis de la enfermedad coronaria y sus complicaciones. Esto   representa un potencial riesgo para los pacientes diabéticos, quienes tienen la   tendencia a elevados niveles de fibrinógeno y de viscosidad sanguínea, así como   una deprimida actividad fibrinolítica (Jarrett, Keen, & Chakrabarti, 1982).   Se ha demostrado que, en sujetos no diabéticos, el entrenamiento físico aumenta   las respuestas fibrinolíticas y disminuye la viscosidad sanguínea a través del   aumento del volumen plasmático (Koch & Rocker, 1980; Williams y cols.,   1980). Hasta el momento no se han llevado acabo estudios similares en individuos   diabéticos, pero se ha sugerido que el ejercicio regular podría reducir la   adherencia de las plaquetas en este grupo (González, 1979).
  Rol del Ejercicio
  Las consecuencias del rol del ejercicio en la cardiología preventiva son   especialmente pertinentes para niños y adolescentes diabéticos. Se necesita   mayor información para evaluar la respuesta a la actividad física de los   factores de riesgo coronario en estos pacientes, pero se puede presumir,   razonablemente, que un estilo de vida sedentario tiene tanto riesgo de   desarrollar enfermedad coronaria, tanto en pacientes diabéticos como en la   población no diabética.
  EJERCICIO Y ENFERMEDAD MICROVASCULAR DIABETICA
  Los pacientes diabéticos sufren de una generalizada y progresiva enfermedad   microvascular que tiene sus efectos más devastadores en los ojos y ríñones. Este   difuso engrosamiento de las membranas basales de los capilares, a menudo, induce   a una progresiva ceguera e insuficiencia renal en la mitad de la edad adulta   (McMillan, 1975). Inicialmente, se creía que los niños estaban eximidos de estos   cambios microvasculares diabéticos, pero una fuerte evidencia indica que este   proceso comienza durante la niñez. El 40 % de los niños diabéticos con edades   entre 6 y 20 años, tiene un mayor grosor in la membrana basal de los capilares   del cuadriceps (Raskin, Marks, Bums, Plumer, & Siperstein, 1975), y en el 75   % de los diabéticos en este grupo de edad, se pueden detectar anomalías   vasculares renales (Malone, Cader, & Edwards, 1977). Cuando los niños   diabéticos realizan ejercicios, aumentan la excreción urinaria de albúmina   reflejando, presumiblemente, cambios microvasculares renales precoces (Morgensen   & Vittinghaus, 1975).
  ¿Mejorías a través del Ejercicio?
  En 1980, Larsson propuso que “es probable que el ejercicio pudiera retrasar   la aparición de la microangiopatía diabética, a través del aumento de las   dimensiones circulatorias, de mejorar el flujo sanguíneo y el transporte de   oxígeno” (p. 122). ¿Hay alguna evidencia de que esto sea cierto? Muy pocas   investigaciones han estudiado este tema. Peterson y cols. (1980) observaron una   disminución en el engrosamiento de la membrana del músculo esquelético, en 6 de   10 personas adultas con diabetes, luego de un programa combinado de ejercicios   de “endurance”, y monitoreo de glucosa en el hogar.
  LaPorte y cols. (1986) evaluaron la asociación entre la actividad física y   las complicaciones microvasculares a largo plazo, en 696 adultos con diabetes de   tipo I. Utilizando como parámetros de actividad física la participación   deportiva en los equipos de la Escuela Secundaria o en la Universidad, ellos no   observaron una correlación entre el ejercicio regular precoz y la retinopatía   severa, o la ceguera, en los años posteriores (la mayoría con una duración de la   diabetes de más de 20 años). Sin embargo, la participación en los equipos   deportivos estuvo asociada, en forma negativa, a las complicaciones   macrovasculares (ataque cardiaco, infarto de miocardio, claudicación   intermitente), aunque sólo en los sujetos varones. 
  ¿Empeoramiento a través del Ejercicio?
  Este estudio también es importante desde otro punto de vista. Se ha sugerido   que el ejercicio podría aumentar el daño microangiopático a través de la   elevación de la presión arterial, de la pérdida glomerular de albúmina, y por   causar aumentos de la hormona de crecimiento (McMillan, 1979; Morgensen &   Vittinghaus, 1975). Se han observado hemorragias oculares, luego del ejercicio,   en sujetos con retinopatía diabética (Anderson, 1980). A pesar de que el estudio   de LaPorte y cols. (1986) está debilitado por su limitada y estrecha definición   retrospectiva de ejercicio, no pudo demostrar que la participación deportiva   intensa agrave las manifestaciones oftalmológicas de la microangiopatía   diabética.
  BENEFICIOS PSICOLOGICOS
  No se ha publicado hasta el momento ninguna evaluación sistemática de de los   beneficios psicosociales del ejercicio en los niños con diabetes. Sin embargo,   parecería que los beneficios emocionales, asociados con la actividad física   regular, son particularmente relevantes en este grupo de pacientes.   Anecdóticamente, aquellos que trabajan con pacientes diabéticos jóvenes, quedan   impresionados con las mejorías en el bienestar emocional durante la   participación en actividades físicas grupales (Riley & Rosebloom, 1980;   Rowland, 1986). El aumento en la autoconfianza y el optimismo logrado en tales   programas, también podría ayudar a mejorar la contención en todos los aspectos   del cuidado del diabético.
  La diabetes mellitus enfrenta al paciente y a su familia con temas   particularmente difíciles en cuanto a la adaptación psicológica. Esta es una   enfermedad de causa desconocida y de perspectivas pesimistas a largo plazo, sin   garantías de que un cuidadoso tratamiento afecte positivamente las   complicaciones que puedan surgir. Al paciente se le requiere regular la dieta,   administrar las dosis de insulina, controlar los niveles de glucosa sanguínea, y   adoptar hábitos de ejercicio, todo lo cual afianza el estereotipo de un   individuo discapacitado. No es sorprendente que la pérdida de la autoestima, el   perjuicio en las relaciones interpersonales, y la no contención, sean   características frecuentemente observadas en los niños diabéticos (Johnson &   Rosenbloom, 1982).
  El ejercicio regular brinda la posibilidad de revertir muchas de estos   reacciones emocionales. Una mejor autoimagen, un sentido de mejor automaestría,   confianza social, y energía para actividades escolares y recreativas, son   cambios que han sido atribuidos al aumento en la actividad física. En resumen,   los programas deportivos pueden hacer que estos jóvenes con enfermedades   crónicas se sientan bien consigo mismos. Esto solo justifica el énfasis sobre el   ejercicio como parte vital del tratamiento diabético.
  ¿LIMITA LA DIABETES EL NIVEL DE CAPACIDAD FISICA?
  En repetidas oportunidades, se han observado menores niveles de capacidad   física en sujetos diabéticos, en comparación con controles no diabéticos. En   niños con diabetes se han reportado las siguientes características:
  
    - Mayor frecuencia cardíaca a una determinada carga de esfuerzo (Larsson,   Sterky, Ekengren, & Moeller, 1962; Sterky, 1963).   
    
 - Menor frecuencia cardíaca máxima (Rubier&Arvan, 1975).   
    
 - Menor tolerancia al ejercicio.   
    
 - Menor VO2máx. (Larsson. Persson. Sterky, & Thoren. 1964). 
 
  
  Sin embargo, entre los sujetos diabéticos existe un amplio rango de   capacidades físicas, y algunos se han convertido en deportistas amateurs y   profesionales de nivel internacional. Esto podría explicar por qué otros   estudios no han podido observar desvíos de los niveles normales en la capacidad   física de niños diabéticos (Hagan y cols., 1979; Larsson y cols., 1962; Olavi,   Hirvonen, Peltonen, & Valimaki, 1965). Debido a que la capacidad depende de   la selección de sujetos diabéticos y control, es difícil concluir en forma   certera que un determinado paciente diabético está realmente limitado en cuanto   a su capacidad física o, de ser así, si esto se debe a las influencias de la   diabetes sobre la función fisiológica, o simplemente a la tendencia del niño   diabético a tener un estilo de vida más sedentario (Ludvigsson, 1980).
  Alguna visión intrínseca sobre este interrogante fue provista por un estudio   en el cual se examinó la relación entre el grado de control metabólico (niveles   de HbAl) y la aptitud o capacidad física (test máximo en bicicleta), en   diabéticos adolescentes (Poortmans, Saerens, Edelman, Vertongen, &Dorchy,   1986). La carga máxima de esfuerzo y el VO2máx. fueron   significativamente menores en el grupo de diabéticos, en comparación con el   grupo control (ambos grupos fueron presentados como sedentarios). Además, se   observó una relación inversamente proporcional entre el nivel de HbAl y la carga   máxima de esfuerzo.
  Factores Limitantes del Rendimiento
  Las personas diabéticas tienen varias características fisiológicas y   bioquímicas que podrían ser las responsables de su menor rendimiento deportivo.   Estas han sido identificadas principalmente en pacientes adultos, pero podrían   tener su inicio durante la niñez.
  Disfunción Cardíaca
  Los estudios con diabéticos adultos utilizando cateterismo cardíaco,   intervalos de tiempo sistólico, y angiografía con radionúcleotidos han revelado   una alta incidencia de disfunción cardíaca con el ejercicio, que aparentemente,   es independiente de la enfermedad aterosclerótica (Cooper, 1984). Los resultados   histológicos de proliferación del endotelio, fibrosis miocárdica. y   engrasamiento basal capilar, apoyan también la existencia de una marcada   miocardiopatía diabética (Fein & Sonnenblick, 1985).
  Por lo general, el grado de disfunción ventricular es paralelo a la duración   de la diabetes, y anteriormente a los niños se los consideraba excentos de la   complicación cardíaca. Sin embargo, estudios ecocardiográficos recientes han   sugerido que los cambios en la función cardíaca pueden observarse a edades   tempranas. Friedman, Levitsky, y Edidin (1982) observaron un mayor volumen   ventricular izquierdo de fin de sístole, menor fracción de eyección, y menor   velocidad de acortamiento de fibras circunferenciales, en 33 niños diabéticos en   reposo. Lababidi y Goldstein (1983) llevaron a cabo un estudio similar en 107   sujetos, con edades entre 2 a 24 años, y reportaron anomalías relacionadas con   la edad en las dimensiones de la aurícula izquierda, ventrículo derecho,   ventrículo izquierdo, así como un movimiento septal ventricular disminuido.
  Baum, Levitsky, y Englander (1987) evaluaron la función cardíaca,   inmediatamente después del ejercicio, en 30 diabéticos insulino-dependientes   entre 10 y 19 años de edad. Se observaron anormalidades en el acortamiento   fraccional y en la velocidad de acortamiento de las fibras circunferenciales, al   realizarse ecocardiogramas dentro de los 3 minutos, luego de un ejercicio máximo   en una bicicleta ergométrica. Estos resultados sugirieron a los autores que “la   disfunción del miocardio (durante la infancia y la adolescencia) podría ser el   puerto de partida de la miocardiopatía severa de la diabetes de largo plazo”   (p.322).
  Factores no Cardíacos
  Los factores no cardíacos también podrían ser responsables de limitar la   capacidad de ejercicio en los pacientes diabéticos. McMillan (1978) comentó que   “la membrana basal es la estructura a través de la cual todas las moléculas de   oxígeno tienen que pasar para entrar al músculo. No es ilógico creer que el   engrosamiento podría perjudicar la oxigenación durante el ejercicio” (p.402). Es   común observar el engrosamiento de la membrana basal en los capilares del   músculo esquelético de personas diabéticas, pero hasta el momento no existe una   prueba experimental que indique que esto limita el transporte de oxígeno al   músculo.
  Los cambios en la afinidad hemoglobina-oxígeno podrían afectar el transpone   de oxígeno en sujetos diabéticos. Cuando está adherida a la glucosa como HbA1,   la hemoglobina se liga mas pobremente al 2.3 difosfoglicerato (2.3 DPG),   compuesto importante en la promoción de la descarga de oxígeno a nivel del   tejido. En individuos diabéticos mal controlados con un nivel elevado de HbAl,   el incremento resultante en la afinidad hemoglobina-oxígeno podría interferir   con el transporte de oxígeno al músculo.
  Ditzel, Kawahava, y Mourits-Andersen (1981) evaluaron a un grupo de niños   diabéticos para determinar si estas diferencias tenían alguna importancia   funcional. Las concentraciones de hemoglobina, HbA1, y 2.3 DPG, fueron mayores   en los diabéticos que en los sujetos control, pero la afinidad   hemoglobina-oxígeno fue idéntica. Los autores interpretaron estos resultados   como indicadores de que cualquier disminución en el transporte de oxígeno estaba   compensada por el aumento en los niveles de DPG. Los elevados niveles de   hematocrito, que se correlacionaron tanto con el 2.3 DPG, así como con el   porcentaje de HbA1, indicaron la posibilidad de una relativa hipoxia en los   tejidos de los individuos diabéticos.
  El estudio con biopsia muscular realizado por Saltim, Houston, y Nygaard   (1979), en adultos diabéticos varones, sugirió que la densidad capilar   periférica y las concentraciones de enzimas oxidativas podrían ser menores en   esta enfermedad. Sin embargo, Costill y cols. (1979) no pudieron respaldar estos   resultados, ni antes ni después del entrenamiento deportivo. Otro posible factor   que podría limitar el ejercicio en sujetos diabéticos, es la influencia de la   HbA1 en la reducción de la deformación de los glóbulos rojos (McMillan,   Utterback, & LaPuma, 1978). Este efecto aumentaría la viscosidad de la   sangre, e impediría el flujo sanguíneo con el ejercicio.
  Sin importar el daño en la capacidad aeróbica, los individuos con diabetes   responden normalmente al entrenamiento de “endurance” (referirse a la   Tabla 2). El máximo consumo de oxígeno, la capacidad de esfuerzo físico   (intensidad de esfuerzo a una frecuencia cardíaca arbitraria de 170 lat/min), y   las frecuencias cardíacas submáximas mejoran con estos programas, en forma   paralela a los cambios observados en los sujetos no diabéticos.
  RECOMENDACIONES PARA EL EJERCICIO
  Se debería aconsejar a los niños diabéticos de participar en actividades   físicas por las mismas razones que para los sujetos no diabéticos - agregar   entusiasmo a la vida, sentirse bien con uno mismo, controlar la obesidad,   mejorar la capacidad de esfuerzo, y disminuir los riesgos de la enfermedad   cardiovascular adulta. A partir de lo expuesto anteriormente, es evidente que,   de hecho, estos beneficios podrían tener una mayor relevancia para las personas   diabéticas. Al mismo tiempo, muchos niños y adolescentes con diabetes, un grupo   con un riesgo particular por su estilo de vida sedentario, son reacios a   participar en actividades vigorosas por miedo a una hipoglucemia inducida por el   ejercicio. Aquí, el rol para los médicos es doble: estos pacientes necesitan ser   motivados para comenzar actividades deportivas en forma regular, y al mismo   tiempo, necesitan ser educados en las maneras en que esta participación sea   segura. Las estrategias para lograr el primer objetivo se discutirán en la Parte   II; lograr el segundo objetivo requiere que el paciente diabético tenga un claro   conocimiento de las relaciones entre la insulina, la dieta, y el ejercicio.
  La tarea de ayudar al niño diabético a adaptar la insulina y la dieta a la   actividad física, seria más simple si el entrenamiento fuera regular y   planificado (como las comidas). La vida para los diabéticos también sería más   fácil si sus respuestas metabólicas a un determinado ejercicio fueran   previsiblemente similares. En la ausencia de tan buena suerte, el ajuste de la   dieta y la insulina al ejercicio para un determinado niño, requiere de un   enfoque de ensayo y error con un cuidadoso control de la glucosa sanguínea   antes, durante, y después del ejercicio. La experiencia educará a cada paciente   en cuanto a qué respuesta metabólica debe esperar con cada intensidad y duración   del ejercicio. Durante este proceso de aprendizaje se pueden utilizar los   consejos resumidos en el siguiente cuadro.
  LINEAMIENTOS PARA LA PRESCRIPCION DE EJERCICIO EN NIÑOS CON   DIABETES MELLITUS 
  
    - Se debería aconsejar a todos los niños con diabetes de participar de   ejercicios en forma regular, y que preferentemente sean aeróbicos (carrera   pedestre, natación, ciclismo).   
    
 - Los medios para adaptar la ingesta de carbohidratos y la dosis de insulina   para evitar la hipoglucemia durante el ejercicio, deben ser aplicados a cada   paciente en forma individual..   
    
 - Los niños con diabetes necesitan saber que la ingesta de carbohidratos antes   de la actividad física está dictada por los niveles de glucosa plasmática   pre-ejercicio.   
    
 - Se debería inyectar la insulina en un sitio que no realice movimiento.   
    
 - Los niños diabéticos siempre deberían realizar ejercicios con individuos que   tengan conocimientos acerca de su enfermedad. Siempre debería estar disponible   una fuente de carbohidratos de rápida absorción. 
 
  
  Actividad
  No existe ninguna forma de actividad física contraindicada para los pacientes   diabéticos. Sin embargo, estos niños siempre deberían realizar ejercicios con   alguien que sepa que tienen diabetes, y qué hacer en caso de una emergencia. Se   debería evitar el ejercicio prolongado durante los períodos de la actividad pico   de la insulina, particularmente 2 a 4 horas luego de una inyección de insulina   regular, o 7 a 10 horas luego de la administración de insulina de acción   intermedia. En cambio, el ejercicio es mejor soportado dentro de las 2 horas de   haber ingerido una comida. Los pacientes no deberían realizar actividades   físicas luego de un ayuno prolongado.
  Cobertura de Carbohidratos
  La idea es realizar ejercicios con un poco de combustible extra, para evitar   que cualquier disminución de azúcar sanguíneo durante el ejercicio alcance   niveles hipoglucémicos. Cuánto de “extra” se necesita, va a depender del nivel   inicial de glucosa sanguínea, intensidad y duración del ejercicio, relación   temporal con la dosis de insulina y las comidas y, nuevamente de la variación   individual.
  Prescripciones dé Carbohidratos 
  
    - Si la glucosa sanguínea está por debajo de 100mg %, ciertamente se   necesitará una cobertura con 10 a 15 g de carbohidratos de rápida absorción para   un niño, o 25 a 50 g para un adolescente. Esto puede obtenerse con una fruta o   pedazo de pan, consumidos 20 a 30 min antes del ejercicio. Muchos pacientes   necesitan dosis extras de carbohidratos similares cuando las concentraciones de   glucosa están entre los 100 y 180 mg por ciento.   
    
 - Si el nivel inicial de glucosa sanguínea está entre 180 y 250 mg por ciento,   normalmente no se necesita de una dosis extra de carbohidratos.   
    
 - Si se planea realizar un ejercicio prolongado (como una caminata de todo el   día), se debería consumir aproximadamente 1 g de carbohidratos por cada minuto   de ejercicio, con intervalos de 30 a 60 minutos. Los jugos de fruta son   suficientes en esta situación ya que proveen fluidos, así como azúcar. 
 
  
  Dosis de Insulina
  Por lo general no se necesitan cambios en las dosis de insulina, a menos que   el ejercicio sea prolongado. Sin embargo, se podría necesitar un mínimo de   reducción del 20 % en la dosis diaria (más carbohidratos) para mantener niveles   normales de glucosa sanguínea, durante actividades de varias horas de duración.   Las inyecciones de insulina antes de actividades físicas se deberían administrar   en extremidades que no realicen ejercicio (abdomen para el pedestrismo y   ciclismo, muslos para el canotaje), especialmente si la actividad se lleva a   cabo dentro de unas pocas horas de la inyección.
  Evitar la Cetoacidosis
  Antes de una actividad deportiva se debería reconocer el estado metabólico.   Se debería posponer el ejercicio, hasta que se establezca un mejor control, si   el nivel de azúcar en sangre está por encima de los 250 a 300 mg por ciento, o   si existe cetonuria.
  Seguridad
  Los niños diabéticos deben llevar consigo alguna forma de carbohidratos (por   ej., tabletas de dextrosa. una gaseosa común), o tenerlo inmediatamente   disponible durante el ejercicio. Deberían estar preparados para una hipoglucemia   post-ejercicio, la que puede ocurrir varias horas después de la actividad   física. Es importante beber mucho líquido antes, durante, y después del   ejercicio. En lo posible, los pacientes deberían ira tarde realizar ejercicios   de acuerdo a una rutina regular, al menos 1/2 hora cuatro veces por semana.
  El cuadro precedente resume algunos consejos para la prescripción de   ejercicios en niños con diabetes mellitus.
  CONCLUSION
  La diabetes mellitus de tipo I, o juvenil, está caracterizada por cambios   metabólicos agudos en respuesta a una relativa deficiencia de insulina, y   alteraciones micro y macrovasculares crónicas que afectan principalmente la   función renal, cardiovascular, oftalmológica, y neurológica. Es importante que   los médicos comprendan la relación entre diabetes y ejercicio, por las   siguientes razones:
  
    - Las series agudas de ejercicio podrían provocar una hipoglucemia o   cetoacidosis, de acuerdo al nivel de suficiencia insulínica. Los pacientes   pueden protegerse de estos efectos a través de un adecuado tratamiento y control   diabético.   
    
 - El miedo a estas complicaciones hace que muchos pacientes diabéticos eviten   la actividad física intensa. Por lo tanto, los posibles efectos de su enfermedad   sobre la función cardiovascular podrían estar agravados por un estilo de vida   sedentario.   
    
 - A pesar de que el ejercicio regular no parece afectar el control diabético,   se debería promover la actividad física en pacientes con diabetes como una   medida preventiva contra las complicaciones cardiovasculares de esta enfermedad,   a largo plazo.   
    
 - El estado diabético en sí podría limitar la capacidad física, interfiriendo   con los mecanismos de transporte de oxígeno.   
    
 - La participación deportiva regular es importante para contrarrestar los   efectos emocionales negativos de la diabetes, a través del aumento de la   autoimagen, de la autoestima, y de la confianza social. 
 
  
  Para citar este artículo en su publicación original: Exercice and   Children's Health; Cap. 10, pp. 215-233. 1990. Traducido y publicado con el   permiso del autor y del Editor (Human Kinetcis Publishers, Champaign. IL)
  
  Para citar este artículo en PubliCE: Rowland, Thomas W. Actividad   Física y Diabetes Mellitus. PubliCE Standard. 20/11/2006. Pid:   733.